1837-1915

Juana Catalina Romero Egaña, nació en noviembre de 1837, en Tehuantepec, Oaxaca. Hija de Juan José Romero, quien cultivaban la tierra y también trabajaba un telar primitivo; y de María Clara Egaña, quien elaboraba cigarros de hoja, ayudando así al gasto familiar.

Juana Catalina no asistió a la escuela y fue analfabeta por muchos años. Al fallecer su padre, cuando apenas era una niña, Juana pronto aprendió a elaborar cigarros de hoja aromatizados con anís y jazmín istmeño y, con la venta de ellos, pudo sobrevivir hasta su juventud.

Cuando estalló la Guerra de Reforma y llegó a Tehuantepec, tanto liberales, como conservadores se alternaban la ocupación de la región. El ejército liberal, se había acuartelado en el convento de Santo Domingo, en la villa de Tehuantepec; las mujeres del Istmo iban al cuartel a vender diferentes tipos de productos de la región y Juana era una de esas mujeres, quien aparte de elaborar cigarros, tenía el conocimiento de curar, pues conocía las hierbas medicinales.

Al haber crecido entre oficiales, Juanacata, como todos la llamaban, desarrolló habilidades diplomáticas para tratar con ambos bandos, por lo cual logró que en la zona se mantuviera la tregua. En su trato diario y común con la tropa, Juana aprendió a usar las armas, también aprendió el juego de naipes, cubilete y el juego de billar. A pesar de que era muy popular entre la tropa, Juana, sabía hacerse respetar.


En enero de 1858, el Presidente Benito Juárez designó al Capitán Porfirio Díaz para hacerse cargo como jefe político y militar del Istmo de Tehuantepec, con la encomienda de derrotar a los conservadores en esa región. Díaz ya conocía los alcances de Juanacata en la pacificación de la región y Juanacata se presentó ante el a ofrecerle sus aromáticos productos tabacaleros, de inmediato Porfirio notó su altivez, su prestancia y el respeto que infundía su juvenil presencia.

La Juanacata entendía muy bien que las cosas habían cambiado, se declaró liberal y juarista y se puso a las órdenes de Porfirio Díaz para ayudarle. Porfirio aprovechó las dotes políticas y diplomáticas de Juanacata para que continuara su relación política con los conservadores y de esa manera proveer de información valiosa a los liberales.


Juana Catalina, a sus 21 años ya poseía una pequeña fortuna personal, producto de su esfuerzo y sacrificio desde su niñez; en ocasiones Juanacata, de su propio dinero, cubrió los pagos de la nómina de las tropas de Porfirio Díaz en Tehuantepec, al retrasarse los pagos federales por motivo de la guerra.

Juanacata, con el producto de sus ahorros, estableció una fábrica de puros y cigarros en Tehuantepec. Buscó industrializar el tabaco, así que, con la ayuda del ahora Coronel Porfirio Díaz, logró que el Presidente Juárez la apoyara con un viaje a Cuba, para conocer y aprender sobre la manufactura de el tabaco, el puro y el cigarrillo; a su regreso de Cuba emprendió su fábrica de puros y cigarros, convirtiéndose en la primera mujer empresaria industrial del continente americano comenzando su despegue económico.


Pronto diversificó sus negocios, estableció una serie de locales comerciales en toda la región en donde vendía sus productos de tabaco, abarrotes, artículos para el hogar, ropa y abrió un negocio de importación de artículos diversos provenientes de Europa; su éxito empresarial y comercial le permitió realizar obras de caridad y de beneficio social en todo el Istmo de Tehuantepec.

Para 1867, ya contaba con treinta años de edad y todavía no sabía leer ni escribir, aunque tenía mucha influencia en la región; acude a la Arquidiócesis de Oaxaca con el Arzobispo Eulogio Gillow y Zavalza para solicitar más párrocos e iglesias en la zona del istmo, Gillow le responde creando la Diócesis del Istmo y envía al Obispo José Mora y al Sacerdote Alberto Cajigas para reforzar la labor parroquial. El Obispo Mora se da cuenta de su analfabetismo y la enseña a leer y escribir, así como los conceptos básicos de la aritmética.


En 1892 estableció en Tehuantepec una escuela para varones "San Luis Gonzaga" y otra escuela para niñas. En 1904 financió los gastos de personal médico y paramédico en auxilio de los afectados a quienes proporcionó medicina y comida, durante la terrible epidemia de viruela que azotó al Istmo de Tehuantepec. En 1906 para continuar la labor de educar a niñas, invitó a las monjas Josefinas pagándoles su salario, hospedaje y alimentación; además, estableció un dormitorio para estudiantes que comenzaron a llegar de diferentes lugares.

Con el objeto de celebrar 70 años de vida, la mayor parte de ellos dedicados al comercio y al cultivo de caña y producción de azúcar, en 1907 inauguró "La Istmeña", en donde vendió artículos traídos desde diversas partes de la república mexicana y de otras del mundo, por ejemplo, artículos como telas, perfumes, adornos caseros europeos entre otros que llegaban por el puerto de Veracruz.


Compró la finca Santa Clara, cambiándole el nombre por "Santa Teresa"; la finca ya estaba cultivada con caña de azúcar y contaba con algunas cabezas de ganado. A doña Juana, acudía la gente en apuros económicos o morales. Utilizó los adelantos tecnológicos para modernizar la agricultura y mejoró el nivel de vida de sus muchos trabajadores. Por cierto, en 1904, la azúcar molida "Santa Teresa de Jesús" ganó una medalla de plata en la Exposición Universal de San Luis Missouri, y en 1908 en el concurso mundial de azúcar celebrado en Londres, Inglaterra.

En 1905, Porfirio Díaz acudió al Istmo a inaugurar el Ferrocarril. En aquel acto presidencial, Juana Catalina lo recibió organizando una serenata con la banda de música que estrenaba instrumentos financiados por ella, ocasión para la cual las familias más destacadas acompañaron a la ilustre benefactora de Tehuantepec. Además, las mujeres iban vestidas con el traje tradicional que, para entonces, y gracias al comercio de Juana, había adoptado las finas telas europeas para diseñar huipiles y elegantes faldas.


Asimismo, financió la intervención de la Catedral de Tehuantepec, cuyo piso fue dotado con mármol de Carrara; también la restauración de la Capilla de San Pedro, la barda del panteón del Refugio, que dotó con un gran portón de hierro, además de obras como los anexos al mercado central, el apoyo a la construcción del palacio municipal y el embellecimiento del zócalo.

Doña Juana Catalina Romero Egaña, falleció el 19 de octubre de 1915, en Orizaba Veracruz, en un viaje que hacía a la Ciudad de México, buscando alivio a su salud. Fue sepultada en la cripta que ya tenía preparada. La ciudad de Tehuantepec lloró la muerte de esta mujer esforzada, inteligente, audaz y benefactora de su pueblo.


Fuentes